Pensándolo bien, unas elecciones dan para una trilogía o para una de esas miniseries que tan de moda están actualmente. Porque antes de llegar al supuesto orgasmo democrático, que recorre todos los centímetros de nuestra piel cuando depositamos nuestro voto en la urna, han acaecido unos juegos preliminares que nos han puesto a tono, luego llega el momento inefable de placer máximo que da paso irremediablemente al ‘después’, con todas sus consecuencias.
En definitiva, tres actos bien diferenciados, en los que los protagonistas no siempre son los mismos, ya que en dichos preliminares hay algunos amantes políticos que quedan por el camino, ya sea por errores propios, por deseos de otros o simplemente porque no tocaron la zona erógena adecuada de aquel o aquella que al final, con pitillo en la mano y apoyado en el cabecero de la cama, decide quién sí y quién no va a estar en cuerpo presente el Día D. Pero vayamos por partes.
En los preparativos una de las frases que mejor define cómo es este proceso la formuló hace ya algunas décadas el ministro Pío Cabanillas cuando soltó sin complejos ese «al suelo, que vienen los nuestros». Pues eso, es en estos momentos previos cuando los amantes tienen que tener más cuidado de sus compañeros de cama ideológica, ya que en su lucha por conseguir ser elegidos por el dedo de su gran líder vale todo. Unos se apoyan en la militancia, otros en su experiencia o en sus contactos en la capital e incluso hay algunos, y en León tenemos experiencia en eso, se juegan todo a la carta de «sé demasiado y si no soy uno de los participantes de la orgía del Día D canto la Traviata».
Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica