No seamos ingenuos. No es la primera vez ni será la última en la que se pretende jugar con el lenguaje para conseguir unos fines ilícitos. En ocasiones ha funcionado y la repetición continua de un mismo mensaje, aunque no corresponda a la verdad, ha conseguido engañar a miles e incluso millones de personas. Sólo tenemos que echar un vistazo a la hemeroteca pasada y también reciente. Las dictaduras, sin importar el punto cardinal que las dirige, es de lo que han vivido. La utilización viciada del lenguaje ha servido para manipular la opinión de la ciudadanía y eso es precisamente lo que está ocurriendo en estos días en los que unos señores con toga nos han regalado un nuevo tipo de condena que no alcanzo a definir, eso sí, conforme a derecho pero también al sinsentido en el que vivimos todos desde hace algún tiempo. Y es que los engranajes de su sentencia chirrían y ese rozamiento indebido genera un olor muy parecido a cuerno quemado. Pero volvamos al asunto del lenguaje.
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