Ya avisé en su momento a mi entorno más cercano. Se empieza por una tortilla desestructurada y se acaba con un país también desestructurado. No entiendo cómo los expertos no lo vieron venir. Era una señal y nadie se dio cuenta. Que un símbolo patrio como la tortilla española fuera fragmentada y encima costara más que una compacta y sin fisuras no podría traer nada bueno. En definitiva, que la culpa de todo no la tiene Yoko Ono, sino Ferran Adrià. Y eso que ha reconocido que él no la inventó, aunque sí la puso de moda.
Pues eso, mientras que un genio tuvo la loca idea de mezclar en una misma sartén huevos, patatas y cebolla, parece que se equivocó o al menos erró en la elección de los ingredientes utilizados. Durante un tiempo y como veníamos de pasar hambre democrática parece que la tortilla española sirvió para llenar estómagos agradecidos y también de los otros. Claro que la tortilla que nos pusieron encima de la mesa no era perfecta, tenía algunos tropezones, unas zonas estaban más saladas que otras e incluso había algunas partes que quizás estuvieran un poco quemadas. Pero al fin y al cabo era una tortilla, la de todos.
Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica