No entiende nada. Quizás sea por la edad. Lleva muchos años tras de sí, pero ni su larga vida le permite comprender qué está pasando. Se siente sola, tanto por dentro como por fuera. Siempre le ha encantado sentirse observada por la gente que se cruza en su camino, pero ahora no siente ningunos ojos fijándose en su esbelta figura. Sabe que el paso de los años hace mella, pero aun así se sigue sintiendo atractiva.
Su otro vicio confesable, espiar a las personas de todo sexo y condición, también le ha sido arrebatado. Disfrutaba mirando furtivamente cómo una pareja de jóvenes se besaba como si no hubiera un mañana mientras se juraban amor eterno, sin saber que lo más probable es que sus mañanas discurrieran por caminos separados. No le disgustaba tampoco detener su mirada en personas como ella, de avanzada edad, que sentadas o caminando a paso lento dejaban volar su imaginación a tiempos pasados, los que no siempre fueron mejores. Lo que no soportaba, bajo ningún concepto, eran los niños armados con un balón. Estos se convertían en ocasiones en francotiradores para todos los que estaban a su alrededor y ella no era una excepción, por lo que no eran pocas las veces que se había llevado un balonazo. No sabe si estará perdiendo la cabeza, pero hasta echa de menos esas bofetadas redondas de cuero.
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