23/04/2020

El error de no reconocer haber errado

Por Pedro Lechuga Mallo

Escuchaba a un médico el otro día decir que echaba de menos la celebración de ruedas de prensa que sólo se dedicaran a informar sobre los errores cometidos durante esta crisis. A su juicio, y coincido con él, es la manera más efectiva para conseguir mejorar de cara al futuro. Además, añadiría que también ayudaría a evitar la confusión entre la ciudadanía, la cual ha perdido la confianza, y no le faltan motivos, en muchas de las fuentes oficiales. Este mal es generalizado y no entiende ni de siglas, ni de ideologías, ni de territorios. Es más, esta manía obsesiva de no reconocer las pifias no es exclusiva de la crisis actual, sino que ha sido lo más común en las últimas décadas y me temo que lo seguirá siendo en el futuro.

Los políticos se afanan en ocultar sus desaciertos, olvidándose de que estos son inevitables. Todos nos equivocamos, incluidos los animales y hasta las máquinas. Por esta razón, es un craso error el invertir fuerzas y energía en intentar negar lo evidente o en el peor de los casos, buscar una serie de excusas infantiles, cuando sería mucho más fácil asumir lo evidente. El error es innato al ser humano. Lo que es voluntario es aceptar o negar nuestros fallos. El problema es que aceptar las equivocaciones requiere humildad, cualidad cada vez más escasa entre los dirigentes políticos, justo lo contrario que el orgullo y la necedad que se esconde detrás de la negación continua del error.

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