Las lamentables imágenes que se vivieron hace unos días por las calles de León deben hacernos reflexionar sobre cómo hemos llegado hasta aquí y lo más importante, el posible futuro al que nos podemos enfrentar si no conseguimos liderar una campaña de vacunación contra la imbecilidad. Seríamos muy malos epidemiólogos si pensáramos que este virus de la sinrazón se manifestará únicamente en algún caso aislado. Les suena ¿no?
Lo vivido en muchas ciudades españolas en las últimas fechas es un peldaño más en nuestra escalada vertiginosa hacia la crispación y la polarización, a la que no se equivoquen, no nos hemos dirigido de una manera espontánea. Para llegar a la situación actual se ha necesitado una importante carga viral de proclamas incendiarias desde muy diferentes púlpitos, llamando a asaltar cielos aunque realmente esto nos conduzca a los infiernos, a tomar las calles en defensa de unas supuestas libertades amenazadas a pesar de que esto suponga robar las libertades individuales y colectivas del resto, a señalar como enemigos y causantes de nuestra enfermedad social a los que no piensan como los tuyos y a resucitar fantasmas del pasado procedentes de ambos extremos ideológicos, dando lugar a generaciones actuales de zombis que sólo se mueven por impulsos de rechazo hacia el prójimo.
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