El gran problema de la vecindad territorial es que no puedes desmontar el chiringuito y buscar un lugar mejor donde instalarlo y comenzar una nueva vida, lejos de esos vecinos insoportables que van minando poco a poco tu salud física y mental. La única manera de modificar las fronteras unilateralmente ya sabemos cuál es y hay cientos de ejemplos en los libros de historia. Por lo tanto, tenemos que asumir, nos guste o no, que Marruecos es nuestro vecino de al lado en el edificio llamado Europa.
Me desconcierta ver cómo algunas personas se sorprenden por el comportamiento del reino alauí. O son muy cínicos o viven en un mundo paralelo en el que su mayor preocupación es saber a qué huelen las nubes. A mí lo que sí me ha sorprendido es cierta dejadez de funciones de aquellas personas y movimientos que siempre incendian las redes y las calles, denunciando ciertas tropelías y abusos de derechos humanos. Quizás es que estén agotados al dedicar esfuerzos en otras luchas más rentables para ellos. Asimismo, creo que ha habido una confusión generalizada en los que dirigieron el dedo acusador hacia nuestro Gobierno. Aunque pudiera haber habido algún tropezón diplomático, ninguno de ellos justificaría la acción mafiosa e inhumana pertrechada desde Rabat y las amenazas que sigue regalándonos la embajadora Karima Benyaich.
Lee aquí el artículo publicado en La Nueva Crónica.