Es preocupante que parte del presente y futuro de la sociedad dependan en muchos aspectos de unos fríos e insensibles algoritmos, que, si bien han sido programados por seres humanos, en más ocasiones de las deseadas nos ofrecen situaciones que más allá de la simple anécdota, nos deben hacer reflexionar cuando estos se comportan como verdaderos censores.
Gran parte de la información que consumimos en el día a día en el mundo digital viene marcada y redirigida por algoritmos. No me refiero ya a las recomendaciones de contenido que nos hacen desde diferentes plataformas y redes sociales, que no buscan el interés general, sino el de diferentes corporaciones o grupos de poder. Aunque sea un trabajo arduo, podemos escapar de dicha treta y a pesar de que nos lleve más tiempo, buscar nosotros lo que queremos consumir. El problema es cuando algunos algoritmos nos quitan esta posibilidad, ejerciendo de censores y según unos criterios que escapan a toda lógica, eliminan unos contenidos basándose en unas justificaciones delirantes.
Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.