La vertiginosa velocidad a la que vivimos o, mejor dicho, a la que nos hacen vivir, nos hace perder la noción de lo que está cambiando nuestra realidad. La línea temporal de la Historia tiene marcada en rojo diferentes revoluciones vinculadas con la tecnología y que han conllevado modificaciones de gran calado en nuestro modo de vida. Podríamos abrir un debate sobre si han sido para mejor o peor, pero lo que es indiscutible es que sí han cambiado nuestro día a día.
Si echamos la vista atrás a un pasado relativamente reciente ahí tenemos hitos como la llegada de Internet, la evolución de los teléfonos móviles o más recientemente las redes sociales. Si nos detenemos en estas tres revoluciones afortunadamente hemos tenido cierto tiempo para asimilar una, antes de la llegada inminente de la siguiente. Esto nos ha permitido reducir el porcentaje de efectos negativos que traen consigo cambios tan radicales como estos. Esto no quiere decir que a pesar de contar con cierto tiempo de asimilación hemos conseguido adaptarnos satisfactoriamente a los cambios originados por dichas revoluciones. Sólo hay que ver los problemas de ciberdelincuencia y pérdida de intimidad que ha traído bajo el brazo Internet, la dependencia hasta extremos inusitados que tenemos de nuestros teléfonos móviles o los problemas psicológicos que están provocando las redes sociales.
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