Cuando alguien confía en una persona es porque presupone que ésta tiene conciencia y que sus actos se rigen por ella. Salvo, lógicamente, en los casos extremos en los que precisamente buscas un individuo que cometa fechorías de las que tú eres cómplice. Eso también es confiar en el prójimo.
Las elecciones de nuestros políticos de sus cargos de confianza no pocas veces están envueltas en cierta polémica, surgida principalmente por la formación o el pasado, más o menos pulcro, de la persona merecedora de dicha confianza. Cuando una designación depende de un criterio subjetivo se corre el riesgo de que ese cargo de confianza lo que te provoque es un cargo de conciencia.
El episodio actual del amigo ‘Koldo’, cargo de confianza del exministro Ábalos, investigado por organización criminal, tráfico de influencias y cohecho debido a la concesión de unos contratos millonarios en la compra de mascarillas durante la pandemia por parte del Ministerio de Sanidad, nos demuestra que confianza y conciencia no siempre van de la mano. Ahora le ha tocado al PSOE, pero la mala praxis de algunos cargos de confianza no entiende de siglas. La avaricia y la falta de valores son defectos de los seres humanos, no de los partidos. Hay corruptos y sinvergüenzas a la izquierda, a la derecha y en el centro.
Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.