La realidad y el diccionario de la RAE no siempre van de la mano. Nunca pensé que llegaría a sufrir una situación en la que atraco y lectura se convirtieran en sinónimos. No hay que tener una mente privilegiada para saber que esos dos términos no tienen nada que ver, salvo que haciendo juegos literarios me refiera a estar leyendo un libro sobre un robo. Pero no es el caso y la explicación real es más burda de lo que uno pueda pensar. Y todo ello, gracias a Repsol.
Hace unos días me llega su factura de gas de los dos últimos meses de un piso que tengo alquilado. Al ver el importe de 280 euros mi primer pensamiento fue qué habrían hecho los inquilinos para haber aumentado tanto el gasto, ya que la factura de los dos meses anteriores había sido de 114 euros. Extrañado por la diferencia, empiezo a revisar ambas facturas y veo que la de 114 euros corresponde a una lectura real del contador y la de 280 euros a una lectura estimada. Automáticamente llamo a atención al cliente para que me cuenten cuál es el truco para conseguir que atraco y lectura se transformen en sinónimos.
Explico los hechos a una telefonista y le pregunto si no sería más lógico que la lectura estimada tomara como base el consumo de la factura anterior, teniendo en cuenta además que es de enero y febrero, meses en los que las temperaturas son más bajas y por lo tanto el consumo de calefacción es también elevado. Me responde que entiende mis argumentos, pero se acoge al comodín de ‘balones fuera’. Me cuenta que Repsol no es quien hace las lecturas, sino una distribuidora de gas ajena. Como estaba muy preguntón le dije que le compraba la explicación dada, pero si no pensaba que Repsol debía cuidar y proteger a sus clientes y al ver este atraco de lectura estimada, no cargar ese sobrecoste inapropiado al usuario final. La respuesta que recibí es que no me preocupara y que cuando hubiera lectura real se compensarían las facturas. ¿Pero por qué tengo que estar yo adelantando dinero a Repsol?
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