Hace ya un año que escribiste la última crónica de tu vida. Esa que nadie quiere escribir, pero a la que irremediablemente todos nos tenemos que enfrentar tarde o temprano. No pudiste teclearla en el ordenador para que saliera publicada en este periódico, ni contársela a Javier Chamorro en Onda Cero, pero no tengo ninguna duda de que en tu interior sí lo hiciste. No te creo capaz de haber dejado escapar esta noticia, porque nos guste o no, la muerte de uno mismo es una de las exclusivas más importantes de la vida de una persona.
Hace ya un año que me sentí orgulloso, como hijo y como periodista, por toda la gente que acudió a despedirte. Tú quizás lo esperaras, pero te aseguro que a día de hoy todavía estoy emocionado y sorprendido por las muestras de cariño y respeto que sentí el día de tu adiós. Ojalá que el día que yo escriba mi última crónica, los míos puedan decir lo mismo.
Hace ya un año que en la iglesia me dirigí a todas las personas que fueron a acompañarte y les dije que nos dejaba un personaje. En ese momento lo creía firmemente, pero cada día que pasa estoy más seguro de ello. No te imaginas las veces que ha salido tu nombre en conversaciones de todo tipo en estos últimos doce meses. Eso sólo tiene una explicación, has dejado una impronta imborrable y eso lo consiguen muy pocas personas.
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