Así debería estar nuestro móvil más a menudo. Y no porque se nos haya acabado la batería o estemos en un parking subterráneo, sino por decisión propia. Sé que es difícil intentar salirse de la dependencia del móvil que acecha a nuestra sociedad. Pero cuidado, nos equivocaremos si pensamos que este problema sólo afecta a los más jóvenes. Sólo hay que fijarse en una terraza o en un restaurante el uso continuo que hacen del móvil personas ya entradas en años.
No recuerdo el verano exacto y si hubo un motivo concreto por el que tomé cierta decisión, pero tengo que reconocer que estoy orgulloso y feliz de haber decidido aquello. Durante los diez días de vacaciones que me voy con mis dos mujercitas a la playa apago el móvil. Una vez que llego al hotel me desconecto del mundanal ruido y no me vuelvo a conectar hasta que estoy de vuelta en mi madriguera en León. Díez días completos liberado de ese aparato electrónico que lo sé, es un gran aliado para estar conectado con familiares y amigos y poder ser más ágil en tu trabajo, pero que es el peor enemigo para tu bienestar físico y mental.
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