08/03/2025

Conspiranoicos

Por Pedro Lechuga Mallo

Ya saben, el que denomina domina. Por esta razón, en debates públicos y políticos es cada vez más común colocar etiquetas con innegables connotaciones negativas al que piensa diferente. Es la manera más sencilla de desprestigiar a alguien y así relegar a un segundo plano el contenido de sus ideas. Si no te gusta o no te interesa lo que piensa alguien le llamas conspiranoico y asunto resuelto.

Evidentemente que existen individuos que cimentan sus opiniones en argumentos irracionales y que viven en una paranoia constante, pero de eso a utilizar el adjetivo de conspiranoico para todo aquel que aporta ideas alternativas o críticas hacia el sistema establecido hay un abismo. La línea que separa una discrepancia de una locura se va moviendo según ciertos intereses, llegando al punto de que el mero hecho de dudar, por ejemplo, de ciertos discursos oficiales te convierten en miembro del club de los conspiranoicos, junto a los que defienden que la Tierra es plana o que nunca hemos llegado a la Luna.

El objetivo de esta estrategia de la conspiración es obvio. Generar un miedo atroz a compartir públicamente tus dudas u opiniones contrarias a lo que, aparentemente, piensa la mayoría. Así se genera tal autocensura que la verdad impuesta se consolida como la verdad absoluta. A los que mueven los hilos les interesa que la población carezca de pensamiento crítico, que precisamente se fundamenta en dudar y no dar por hecho lo que algunos quieren imponernos. Si a los ciudadanos nos extirpan la opción de la duda, estaremos ante una sociedad lobotomizada.

Si algo define a un buen periodista de otro que se convierte en un burdo altavoz de los que mandan es precisamente dudar, hacerse preguntas a uno mismo y preguntar a los que nos quieren vender su discurso como sinónimo de veracidad. La información que aportan las fuentes oficiales tampoco deben ser consideradas como verdades categóricas. Esto es de primero de Periodismo. Si por el simple hecho de poner en duda algunas afirmaciones de fuentes oficiales te conviertes en conspiranoico, entonces todos los periodistas debemos llevar con orgullo el apelativo de conspiranoicos. Y el que no dude habrá dejado de ser periodista para convertirse en un mercenario o comisario político. Igualmente, cuando una persona, sin importar su profesión o estatus social, deje de dudar y preguntarse si lo que le dicen, incluido un servidor, es cierto o no, se habrá convertido en un borrego más del rebaño pusilánime camino del matadero.

El día en el que alguien deje de dudar se evitará que le llamen conspiranoico, pero habrá dejado de ser libre.

Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.