Hay columnas que buscas y acabas encontrando y otras que por mucho que persigues no eres capaz de atrapar. Pero también hay las que de manera inesperada te llaman y aunque en un primer momento les des la espalda casi inconscientemente, vuelven a golpear la puerta de tu conciencia las veces que sean necesarias hasta que no tienes más remedio que parirlas, eso sí, cambiando el rojo de la sangre por el negro de la tinta. Dos colores que precisamente juegan un papel vital en la historia que hoy nos ocupa. El rojo de la sustancia viscosa que corre por nuestras venas y arterias y el negro de la pólvora y de los pasamontañas.
La primera llamada, llamémosle así, tuvo lugar mientras leía el best seller ‘Yo confieso’ del periodista Fernando Rueda y en el que Mikel Lejarza ‘El lobo’, cuenta cómo se infiltró en ETA y las vivencias más o menos intensas con las que tuvo que lidiar. Entre sus reflexiones muestra su indignación porque nos hayamos conformado con aceptar que el número de víctimas fue de 854, cuando éstas, según su opinión, superan las 1.200, incluyendo también las del GAL. Pensaba que podría haber algún desfase en esta estadística, pero nunca me imaginé que pudiera ser tan violento. La verdad es que esas cifras removieron mi conciencia durante unos instantes, pero quedaron relegadas a un segundo plano debido a la vorágine de información de todo tipo que recibimos diariamente.
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