Menuda decepción. Una más para el zurrón. Resulta que me sobresalto porque veo que es tendencia nacional en Twitter el hashtag #esencialeonesa y automáticamente comienzan a asaltarme los posibles motivos que han parido dicho éxito virtual. Primero pensé que los guardianes de los fogones de ‘Cocinandos’ o ‘Restaurante Pablo’ habrían conseguido la segunda estrella Michelín. Luego que algún literato leonés había ganado algún importante certamen. También imaginé que quizás algún loco ingenioso había creado una colonia con aroma a morcilla. Es más, hasta en un momento de debilidad llegué a pensar que un político con sangre leonesa había defendido por fin ante los molinos del aparato de su partido el terruño patrio.
Pero todas estas elucubraciones se desvanecieron por el sumidero de la mediocridad al comprobar que León era tendencia por una cornamenta. Y no, no es la de los bueyes a los que mima José el del Capricho en Jiménez de Jamuz, antes de convertirlos en un manjar tanto para la realeza como para la plebe. Es algo mucho más evidente y muy acorde con los tiempos tan burdos y superficiales que nos están tocando vivir. Y es que tenemos a una pareja leonesa en una especie de concurso, si es que se puede llamar así, en el que machos y hembras emparejados juegan a ver quién pone los cuernos a quién y por lo visto, nuestra paisana leonesa recitó ese ‘esencia leonesa’ tras engañar a su novio con otro macho cabrío. Todo muy edificante y con gran poso de experimento sociológico. No sé lo que pensarán ustedes, pero soy de la opinión de que no siempre es cierto eso de que lo importante es que hablen de uno, aunque sea para mal.
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