Las crisis son momentos de sufrimiento, pero también de oportunidades. En este tipo de situaciones es donde se ve la pasta de la que están hechas las personas que deben tomar las decisiones. Por esta razón, dentro del drama que tenemos en Europa a costa del nuevo inquilino de la Casa Blanca, examino con interés si tendremos capacidad de reacción para esquivar los golpes del desaforado Trump y si vamos a ser capaces de contraatacar.
La relación entre Europa y EE. UU. en las últimas décadas no puede definirse como un amor verdadero e incondicional, pero sí es cierto que ha perdurado en el tiempo a pesar de los cambios políticos, sociales y económicos experimentados en ambos territorios. A ambos lados del Atlántico se entendía que lo más beneficioso era ser aliados, pero parece que eso puede cambiar y si bien no convertirnos en enemigos, sí pasar a ser competidores.
El ‘America First’ de la primera legislatura de Trump parece un juego de niños comparado con los aldabonazos que un día sí y otro también lanza ahora contra vecinos y otrora aliados. Podemos quejarnos de sus ataques injustificados, pero eran en alguna medida previsibles. Lo que sí me atrevería a decir que es una incógnita, es la respuesta que dará Europa ante el desafío que tiene ante sí.
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