Siempre me ha llamado la atención cómo nuestros dirigentes intentan travestir a los impuestos, intentado aplicarles todo tipo de apellidos y justificaciones para evitar un ‘vade retro’ generalizado de los sufridores que tenemos que pasar obligatoriamente por caja. Una de las últimas tendencias en este tema es grabar a fuego en el subconsciente colectivo que pagar impuestos es un ejercicio de solidaridad. No seré yo el que niegue esa afirmación, pero el problema viene en los límites entre ser solidario y ser timado.
Las cuentas en nuestro país no salen y nadie, incluida Europa, da dinero gratis y sin condiciones. Para cuadrar los números existen dos opciones, aumentar los ingresos o hacer un ejercicio de control de gasto, optimizando al máximo los recursos. Como era de esperar, nuestros pastores han optado por la primera de ellas y seguir ordeñando al rebaño.
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