Cada vez estoy más convencido de que vivimos en una especie de ‘Cluedo’, en el que en vez de averiguar quién cometió el asesinato, en qué lugar de la mansión y con qué arma, tenemos que adivinar con quién podemos salir a la calle, a dónde tenemos permiso para ir y en qué intervalo horario podríamos hacerlo. Nunca pensé que vivir en un mundo organizado por fases se convirtiera en un desfase total. Y tampoco tengo claros los porcentajes de culpa que hay que repartir entre los organizadores del juego ‘Cluedo confinado’ y las fichas que nos movemos por el tablero de asfalto. Es cierto que las instrucciones del juego tienen bastantes lagunas y que los cambios continuos de las reglas no ayudan mucho, pero las fichas también tenemos lo nuestro.
Y claro, todo se complica aún más cuando quieres saltar del tablero de una provincia a otra, ya que ahí metemos otras variables. Al final te dan ganas de en vez de ser el detective que investigue el asesinato, ser la víctima y así estar tranquilo en la fase -1.
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