15/03/2025

Mesa para todos

Por Pedro Lechuga Mallo

No entiendo cómo a Alberto Garzón no se le ocurrió financiar un estudio que desentrañase el enigma de la reducción de espacios o el aumento de las dimensiones corporales humanas en establecimientos de hostelería. Ah, ¿que no se acuerdan del susodicho? Me refiero al que fuera en su día, y no hace tanto tiempo, el ministro de Consumo. Entre las geniales ideas que tuvo, no soy capaz de entender cómo se le pasó esta por alto. Pero bueno, esta tarea siempre la podrá llevar a cabo el actual ministro, que, evidentemente, sí conocerán, ¿no?

Pero centrémonos en el misterio antes citado. No digo que un servidor haya caído en la paranoia, pero ustedes dirán si también han sido testigos de lo que a continuación les expongo. Hace no tanto tiempo, uno podía ir a tomar un café o comer en un restaurante y disfrutar de cierto espacio vital. Esto no quiere decir que las mesas de al lado estuvieran a cuatro metros, pero sí a una distancia prudencial para no tener que escuchar obligatoriamente las confidencias de los otros clientes o correr el riesgo de que te impacte un trozo de carne cuando la persona de la mesa contigua está con un palillo escarbando entre los dientes.

Soy consciente de que todos los costes vinculados a la hostelería están subiendo al mismo ritmo que la fama del tal Montoya, que, por lo visto, va donde brilla. Pero que esto provoque que donde antes había diez mesas ahora haya quince no tiene un pase. Si a la subida de los precios que tenemos que asumir se une la pérdida de cierta intimidad cuando alguien quiere disfrutar de un café o una comida, estamos ante la tormenta perfecta.

Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.