Con más frecuencia de la deseada algunos periodistas se esfuerzan en ser ellos la noticia, prostituyendo uno de los principios básicos de la profesión periodística. Sin rubor alguno, lo de contar lo que está ocurriendo queda en un segundo plano, ya que el personaje al que han dado vida algunos colegas de profesión se come sin reparos al que comenzó siendo periodista. La irrupción de las redes sociales ha acelerado este proceso, que creo firmemente está haciendo un daño irreparable al sector. Una cosa es que el periodismo deba molestar al poder y otra es que el periodista se dedique a provocar descaradamente al político o responsable de turno, buscando un desaire, que si bien no está justificado, sirve para seguir dando forma al personaje que ha devorado al otrora periodista. Esta perversión de la profesión periodística no se limita a unas líneas editoriales o ideologías concretas, es un mal que afecta a todos los puntos cardinales de la política y de la sociedad.
Si algo caracteriza a la mayoría de estos periodistas que se esfuerzan día tras día en ser ellos la noticia, es su falta de humildad. Rezuman un aroma pestilente de egolatría allá por donde van y no se cansan de sentar cátedra con sus opiniones y reflexiones. Este detalle es un buen aliado para detectar y discriminar a aquellos periodistas que en ocasiones se convierten en noticia, principalmente en redes sociales, pero no como resultado de una estrategia descaradamente diseñada por ellos mismos.
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