Con el paso de los días el asunto de los niños que fueron invitados a bajar del tren en la estación de Palencia por su mal comportamiento me huele cada vez más a cuerno quemado. No llego a entender la causa por la que dos semanas después del incidente, desde Renfe y desde el propio Defensor del Pueblo, entidad que anunció abrir una actuación de oficio, no hayan hecho público el resultado de sus investigaciones.
El día de autos me propuse dedicarle una columna para hablar de este caso concreto, pero sobre todo para que me sirviera de excusa para reflexionar sobre los viajeros que tienen de todo menos educación. Por principios decidí huir de la inmediatez impuesta por las redes sociales, que tanto daño está haciendo, y esperar unos días para conocer el resultado de la investigación de Renfe. La versión del revisor que tomó la decisión de expulsar al grupo de niños antes de llegar a su destino y de los monitores y padres de los pequeños viajeros ya las conocemos. La clave está en las declaraciones que hayan aportado los viajeros que iban en ese tren y que según el informe del revisor se habían quejado por las molestias causadas por este grupo de niños y porque no llevaban la mascarilla puesta. Esta es la única pieza que falta para completar el puzle de lo que sucedió y que doy por hecho, es la clave de la investigación que ha abierto la compañía ferroviaria.
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