Ahora que la política desprende un asqueroso e insoportable aroma a hipocresía, sectarismo, incoherencia, revanchismo y manipulación. Ahora que son mayoría los que llegan a la política para vivir de ella y no por ella. Ahora que abundan los hinchas de unas y otras siglas que sólo ven los males del de enfrente y no son capaces de ver las tropelías que hacen los de su acera. Ahora que muchos periodistas se han travestido y se han convertido en militantes de no sé qué ideales políticos. Ahora que unos y otros se presentan como los defensores de la democracia de este país y evocan el espíritu del 78 según les convenga o no. Ahora, precisamente ahora, es el momento de fijarse en el antes. Así a lo mejor seguimos manteniendo la esperanza de que podemos volver a los orígenes de la política bien entendida. Y en el peor de los casos, cabe la opción de que a algunos de los que supuestamente representan a los ciudadanos se les caiga la cara de vergüenza.
En 1979 en un pueblo leonés llamado Valencia de Don Juan, en el que un año antes había nacido el que les escribe, las elecciones municipales arrojaron el siguiente resultado: 6 concejales del PSOE, 4 de UCD y 1 de CD. Vamos, mayoría absoluta del PSOE. Puede ser que el vivir décadas de opresión y de falta de libertades tuviera algo que ver, pero aunque con la mentalidad de hoy en día nos pareciera imposible, las concejalías se distribuyeron entre los concejales del PSOE y 3 de UCD.
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