Hay sueños que se cumplen y otros que nunca dejarán de serlo. Pero sin duda, los más especiales son aquellos que nunca te atreviste a soñar y que un día se convierten en realidad. Lamentablemente estos últimos son ‘rara avis’ y lo más probable es que no te topes con uno de ellos antes de que la de la guadaña llame a tu puerta. Pero en ocasiones, uno tiene la suerte de ser encontrado por uno de estos sueños. Y sí, es lo que me ha pasado a mí.

Ya saben ese refrán de origen bíblico que dice que nadie es profeta en su tierra. Una reflexión que por desgracia se cumple más veces de las deseadas y en ámbitos muy diversos. Por esta razón, el hecho que quiero compartir hoy con ustedes adquiere un valor incalculable. Que los tuyos, los de tu tribu, te reconozcan como un individuo destacado dentro de la comunidad no es baladí.

A mis cuarenta y cinco primaveras he recibido el apoyo y respaldo de mis colegas de profesión periodística para representarles a nivel local, autonómico y nacional y he sido invitado a participar en actos de todo tipo. Pero ninguno de estos hitos me ha generado más satisfacción y orgullo que el que experimenté cuando me llamaron por teléfono para anunciarme que había sido elegido para ser el pregonero de las fiestas de Valencia de Don Juan. Mi pueblo. Mis fiestas.

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