La semana pasada me lamentaba sobre cómo se había desarrollado la campaña electoral y, como era previsible, las actuaciones de las que fuimos testigos en la noche electoral estuvieron a la altura del sinsentido de las últimas fechas.
El espectáculo bochornoso que se dio desde balcones, andamios y atriles es para hacérselo mirar. La sobreactuación de nuestros políticos nos regaló momentos que no valen ni para la peor película de serie B. Fíjense en el poder de la política que hasta es capaz de pervertir y echar por tierra las leyes básicas de las matemáticas, consiguiendo que según quién diga los factores de una suma el resultado es uno u otro.
Un alto porcentaje de españoles habló metiendo su voto en las urnas, pero de lo que tengo dudas es de si nuestros políticos han entendido el mensaje. Ya saben la magia de la comunicación, una cosa es lo que dice el emisor y otra lo que entiende el receptor. Según en la trinchera en la que estés el mandato de la ciudadanía es uno u otro. Para qué engañarnos, lo fácil es estar a resguardo junto a los tuyos, así el riesgo de que te alcance una bala ideológica se reduce al 50 %. Si cometes la locura de salir y exponerte en tierra neutral, al final te van a disparar desde un lado y desde el otro.
Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica.