Sé que es mucho pedir en los tiempos que corren, pero la única manera de encontrar soluciones a problemas es reconociendo que existe una situación anómala y, posteriormente, dialogar para encontrar la mejor estrategia a seguir. Si haciendo estos pasos a veces es complicado tener éxito, imagínense si no se sigue dicho protocolo. Lamentablemente esto es lo que está ocurriendo en nuestro país con la inmigración.
Que en España tenemos un serio problema con la inmigración es una evidencia. Reconocer este hecho no significa que uno sea racista, por mucho que sectarios radicales se empeñen en bramarlo. Podemos ser unos hipócritas y mirar hacia otro lado, pero no hablar de un problema no significa que éste no exista, ni que vaya a solucionarse por arte de magia. Y cuando afirmo que España tiene ante sí un problema gravísimo con la inmigración, lo digo tanto pensando en nuestra sociedad como en las personas que se juegan la vida, literalmente, intentando buscar un futuro mejor huyendo de sus países de origen.
Son muchos los que se alarman, y no les falta razón, por la cantidad de bulos que circulan en relación a este asunto, pero ya son menos los que intentan averiguar el porqué de la proliferación de dichas mentiras, más allá de los que son difundidos por racistas de pedigree, que ‘haberlos haylos’ en todos los países del mundo. La falta de transparencia de nuestras instituciones es el potenciador perfecto para que la desinformación gane terreno, lo que sumado al silencio que se intenta imponer en algunos casos impide que podamos avanzar en la búsqueda de la solución.
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