Hace ya mucho tiempo que no opino sobre ciertos asuntos en los que impera la subjetividad y, por lo tanto, cualquier argumento, ya sea a favor o en contra, es válido. Uno de estos temas es el arte contemporáneo y el otro es el diseño de logotipos. En estos dos ejemplos siempre se aplica la premisa de ‘todo vale’, por lo que opto en no perder demasiado tiempo en debates estériles.
Cuando en la sala de un museo yo veo dos inodoros, otros ven la imagen perfecta y exacta del enfrentamiento del primer y tercer mundo. Igual sucede cuando un logotipo se enfrenta al escarnio público. Yo puedo ver dos manchas borrosas, otros verán un evidente símbolo de la igualdad y habrá los que opinen que se refiere a la fertilidad. Es lo que tiene la imaginación y la capacidad de interpretar algo según tus conocimientos, tu falta de ellos o tu experiencia o inexperiencia vital.
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