Siempre me generan curiosidad los eslóganes de las campañas electorales. Es imposible transmitir un mensaje argumentado con un puñado de palabras. Por eso, las mentes pensantes de los partidos optan por conceptos que apelan a la emoción. Pero esto tiene un problema, los resortes emocionales que los candidatos quieren tocar suelen ser los mismos, independientemente de las siglas. Por ejemplo, la mayoría de los partidos que optan a la alcaldía de León coinciden en utilizar en sus lemas la palabra ‘futuro’.
Es lógico que se interpele a la emoción y no al raciocinio. La inmensa mayoría de la gente que vota no lo hace tras una reflexión sesuda y una comparación concienzuda de los programas de cada partido, sino que introducen la papeleta por sentimiento de afinidad o de rechazo hacia uno u otro candidato o partido político. Así de simple es la ecuación que lleva a que una persona vote en una u otra dirección. Que haya millones de personas que votan siempre al mismo partido, independientemente de si lo ha hecho bien o si ha mentido vilmente y no ha cumplido sus promesas electorales, es la prueba más evidente de que de nada vale intentar convencer con razonamientos. Es cierto que uno de los partidos sí apela a «defiende lo que piensas», pero lo hacen sabiendo que realmente los votantes confunden pensar con sentir. No hace falta recordar que a quienes no les interesa una sociedad con pensamiento crítico es precisamente a los políticos.
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