Cuando usted lea esto, mi tocayo llevará ya dos noches sin dormir. Que un compatriota sacrifique su sueño por el resto, no sé a ustedes, pero para mí es digno de elogio. Y ahora no queramos hacernos los locos y decir que no nos había avisado. En septiembre del año pasado ya dijo públicamente que incorporar a Unidas Podemos al Consejo de Ministros daría lugar a un gobierno bicéfalo y que «sería presidente del gobierno, pero no dormiría por la noche, no estaría tranquilo, como muchos españoles». Menos mal, y eso juega a su favor, que cuando entró en su día en Moncloa, la primera medida que tomó fue cambiar de colchón. Y qué quieren que les diga, me parece una decisión muy acertada y con grandes dotes adivinatorias, ya que por aquel entonces intuía que iba a llegar el día en el que tendría problemas para conciliar el sueño. Vamos, un visionario.
No sé ustedes, pero yo he dormido a pierna suelta. ¿Cómo no lo voy a hacer si la saga de pactos del Congreso ha tenido continuidad una legislatura más, casi con idénticos protagonistas? A mí me da tranquilidad que los que han hecho posible el inicio de este nuevo viaje sean prácticamente los mismos que permitieron durante décadas a los gobiernos de PSOE y PP tratar a todas las comunidades autónomas españolas por igual. Es la ventaja de tener a tu lado a los socios independentistas de varias regiones, que además de leales con el Estado siempre piensan en el interés general de cada uno de los españoles. A ver, no se tomen en serio lo de la diputada de ERC Montserrat Bassa diciendo que la gobernabilidad de España le importa un comino y llamando verdugos a la mayoría de los diputados, incluidos los socialistas. Hay que tener más sentido del humor, que es que somos de quisquillosos… Seguro que también habrán malinterpretado a la representante de EH Bildu Mertxe Aizpurua cuando hablaba del autoritarismo de la monarquía. Me parecería muy atrevido rebatirla, porque si de algo es experta ella y sus compañeros de siglas es en autoritarismo. Si ella lo dice, así será. No voy a dudar de ella ni del hombre de paz de apellido Otegui.
Lee aquí el artículo completo publicado en La Nueva Crónica