Fin a una espera lamentable
Sentimientos encontrados me acechan tras la reforma, por fin, de la ‘ley del sólo sí es sí’. Satisfacción por corregirse un error imperdonable y que nunca debería haberse cometido, pero también tristeza cuando uno piensa que hemos tenido que esperar ocho meses para dar la solución más lógica a un problema del que más de uno debería avergonzarse de por vida. Alegría porque tras esta reforma ningún violador podrá ver reducida su pena y rabia porque a pesar del daño irreparable que se ha hecho a muchas víctimas, nadie haya asumido responsabilidades. Esperanza porque los dos grandes partidos políticos de nuestro país han dejado a un lado sus diferencias ideológicas y se han unido para buscar una solución a un problema muy grave y desesperación al saber que esto es una excepción, cuando debería ser algo habitual.
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